El enigma de la Papisa Juana

Tema: El enigma de la Papisa Juana Sáb Oct 17, 2009 11:27 pm

Algo que me llama mucho la atención de la religión es su poder para ocultar cosas, y al leer que una vez existió una Papisa provocó mi total interés.
Conozcamos, a continuación, un personade del que muy escasas noticias se tiene y que, por esto, penetró de lleno en los terrenos de la leyenda. Con esto, me refiero a la discutida papisa Juana.
FUE UN NOMBRE QUE PROVOCÓ DISCUSIONES
Se salvaría de las críticas el muy amado Roncalli, elegido Papa en 1958, quien adoptó el nombre de Juan XXIII en memoria de otro Juan que vivió cuatro siglos y medio antes. Había tomado asiento este último en el trono papal en 1410, con el nombre de Juan XIII, pero fue considerada ilegal su elección y lo destituyeron antes de que transcurrieran seis años.
Pero el más pintoresco de los Juanes fua aquél que vivió poco más de un siglo, antes de llegar a su fin el primer milenio de la era cristiana. Su supuesta existencia y su discutido sexo iban a provocar, en los años que siguieron a su muerte, encendidas discusiones en el mundo católico. Y no terminan aún de apagarse. Se trata de Juan VIII, quien debió suceder a León IV a la muerte de este Papa, acaecida el 17 de Junlio del año del Señor 855. U de ese Juan VIII se ha afirmado que no pertenecía al sexo masculino.
¿Quién fue este personaje de sexo dudoso que se convirtió, de acuerdo con oscuras leyendas, en el papa Juan VIII y de quien tan escasa información se posee? Más de un centenar de cronistas religiosos que vivieron entre los siglos XIII al XVII escribieron sobre este papa controvertido. Decían que debió nacer hacia el año 818 en la Bretaña-se supone que la inglesa-y que al alcanzar la edad de razón viajó a la ciudad alemana de Colonia, con intenciones de estudiar en su universidad.
Existen razones para pensar que se enamoró en esta ciudad, situada a orillas del Rin, de un fraile benedictino llamado Felda y que mantuvieron largo tiempo en una censurable relación marital, hasta el día que el fraile tuvo que viajar a la ciudad de Atenas. Y como la joven deseara acomparñar a su amante, debió adoprat una decisión.
Vistió ropas frailunas y, convertida así en respetable monje benedictino, le resultó sencillo unirse a Felda en la larga peregrinación. Los dos enamorados vivieron felices algunos años más, sin abandonar Juana su ropa talar, hasta el día que unas malvadas fiebres condujeron al fraile a la tumba.
Algunos autores, como Anastasio, bibliotecario de San Juan de Letrán de Roma en el siglo IX, diría algo muy diferente en su Liber pontificalis, acerca de los orígenes de la joven. Juana debió nacer en la antigua ciudad imperial alemana de Ingelheim, pero fue hija de un monje venido de Inglaterra. Elfraile de quien se enamoró no se llamaba "Felda", sino que pertenecía a la abadía de Felda.
En lo que sí estubvieron de acuerdo los estudiosos fue en que la joven se encontró ante un serio dilema, al quedarse sola, que solucionó no abandonando el hábito, tanto por amor al querido difunto como por el hecho de que se sentía más a gusto dentro de aquella ropa. Además, el sacerdocio se había convertido para ella en una auténtica vocación y el único oficio posible para subsistir.

Esto es parte de lo que habla el libro "Grandes enigmas: El Fascinante Mundo de lo Oculto" de Tomas Doreste, editorial Océano. Empero, la información me parece incompleta, por eso me gustaría saber sus puntos de opinión

Tema: Re: El enigma de la Papisa Juana Vie Oct 23, 2009 3:49 am

Segun veo, hay muchas cosas que la Iglesia Catolica nunca se va a revelar, si esto fue real o no, sera muy dificil saberlo hoy en dia, ya que como son de reservados en el Vaticano (Hasta para entrar a la Tumba de San Pedro, se debe hacer que gran cantidad de cosas, ya que el mismo papa ni se lo permiten hacerlo), sera muy dificil saber, que sucedio en esa epoca, por los registros historicos de alla.

Aqui en Yahoo: http://espanol.answers.yahoo.com/question/index?qid=20090214203726AA0EeeG

Encontre varia informacion sobre el tema, segun han dicho los expertos (Usuarios de alli), esto puede haber surgido a partir de las acusaciones de la epoca de la reforma Protestante (Cuando se dio conocida a todo mundo la noticia), sobre que una mujer fue Papa y de esta manera, se endurecio mas el rechazo de Catolicos y Protestantes por su diferentes formas de pensar y creer (Con esto, fue una de las mas graves acusaciones a la fe Catolica en ese periodo).

Segun dice el mito urbano (Leido de Yahoo), luego de la eleccion de un Papa, se debe hacer revisar de un medico para que se de certeza que es un hombre (Hasta algo mas ridiculo, que es, que deben sentarlo en una silla con un agujero y alguien debajo, le meta la mano para revisar sus genitales) Si que exageran. Saludos.

Tema: Re: El enigma de la Papisa Juana Vie Oct 23, 2009 5:39 am

Bueno, después de hacer tanto proceso, al fin conseguí palabras del propio Tomás Doreste, que acompletan la obra a la que tanto aludo:

SE DISTINGUIÓ POR SU INTELIGENCIA Y SUS VIRTUDES

Tomó el camino de Roma, capital del cristianismo, donde su erudición y su enorme saber le abrieron las puertas de la universidad. Ocupó una cátedra durante algún tiempo, de donde pasó a desempeñar el cargo honrosísimo de notario de la curia romana, en el Vaticano. Su prestigio se acrecentó en el seno de la jerarquía eclesiástica. El brillante notario era consultado a cada instante, porque sabía brindar consejos tan sensatos como prudentes.
Y las virtudes morales del notario iban a la par con su talento. Era generoso aquel joven padre Juan de Bretaña, que repartía cuanto dinero tenía entre los menesterosos, y puro de alma, nporque no disponía de un serrallo de lindas concubinas-algunos iban a acusarlo de invertido, porque rechazaba a las damas que acudían a insinuarse-, como era norma aceptada por la gran parte de los obispos y cardenales de Roma. Con justa razón iban a fijarse en este personaje el día que León IV cerró los ojos por últimaa vez y hubo que elegir un sucesor digno.
Después de una breve consulta, el nombre del padre Juan de Bretaña fue mencionado en el cónclave de los cardenales. Poco después tomaba asiento en el trono papal el virtuoso fraile.
Adoptó el nombre de Juan VIII.
Durante el primer año, el nuevo Papa se distinguió por sus admirables iniciativas: escribió cinco libros censurando duramente a los herejes inconoclastas, agregó un nuevo artículo al credo, consagró al rey Luis II de Francia y ordenó a catorce nuevos obispos. Tuvo tiempo, además, para construir cinco iglesias en la capital de la cristiandad, repartir limosnas y dádivas entre los mendigos, como había hecho en sus tiempos de notario, y seguir tan virtuoso como antes.
Pero, en el curso del siguiente año, según explican los antiguos cronistas, el papa Juan VIII cometío un error. Tan terrible que le costó la vida.

SINTIÓ UN DÍA EL AGUIJÓN DE LA CARNE

(Hay grabados originales del siglo XIX que muestran el momento preciso en que la papisa Juana da a luz al hijo del que nadie, en Roma, tenía la menor noticia. Como sucede en tales casos, no se concuerda con la leyenda: no aparece el caballo de donde cayó la dama y, en lugar de mostrar asombro los testigos, sólo está algo impresionado el hombre que sostiene en brazos al hijo del pecado)
Era el papa-es decir, la papisa- un ser humano, después de todo, una mujer necesitada de afectos. Sintió un día el aguijón de la carne y fue a enamorarse de un lindo paje llamado Florio, que se convirtió en su amante sin hacerse éste mucho de rogar. Afirman ciertos cronistas que fue, en realidad, Lamberto de Saxo, embajador en Roma, el causante de su desgracia. Meses más tarde del primer contacto amoroso, Juana, consternada, tuvo que confesar a su amante algo de verdad espantoso: estaba encinta.
La primera intención de Juana fue abandonar por algún tiempo la ciudad de Roma y retirarse al campo para librarse, en el momento oportuno, de la molesta carga. Conocía sabios remedios para lograr sus propósitos. Pero las muchas obligaciones le impidieron salir del Vaticano. Y tuvo que seguir adelante, confiada en que se presentaría la ocasión, en cualquier momento, de poner solución al acuciante problema que la aquejaba.
Por fortuna para ella, las ropas holgadas que vestía impedían a los eclesiásticos que la rodeaban conocer la gravedad de su estado. Si veían a veces algo pálido al Papa debía ser a causa de los calores romanos y del mucho trabajo que cargaba sobre los hombros Su Santidad, pensaban. Y un día sucedió la tragedia.
Cabalgaba el Papa Juan VIII al frente de una procesión que había partido de la basílica de San Pedro y se dirigía a la Iglesia de San Juan de Letrán, cuando se sintió indispuesto y cayó de la montura, pesadamente. Los testigos se asustaron y acudieron presurosos a ayudar a Su Santidad. Pero el susto se convirtió en indignación al contemplar un espectáculo increíble.
Por entre los pliegues de la ropa papal surgió algo fantástico, casi milagroso, enviado sin duda por Dios para recompensar a quien tanto había hecho por los buenos cristianos, pensaron algunos más ingenuios al principio, al ver asomar un bemé de tez sonrosada debajo de la ropa, que comenzó a lanzar fuertes berridos. Bien se veía que estaba hambriento.
Pero nada tardó la multitud en comprender que aquello nada tenía de milagroso y que el mpapa no era tal papa, sino papisa. Se enfurecieron los espectadores del parto en la calle, con justa razón, al comprender que habían sido engañados por una mujer. Nada hay que moleste más al sexo masculino que ser engañado de manera tan vil. La ataron a la cola de su propio caballo y la arrastraron por las calles de Roma, que no estaban pavimentadas. Y cuando el noble bruto regresó al punto de partida, los romanos que se habían quedado esperando disponían ya de un estupendo surtido de pedruscos para lapidar brutalmente a la joven pecadora hasta matarla.
En cuanto a la inocente criatura, que ninguna culpa tenía, se dice que un alma compasiva la recogió y la educó para convertirla más tarde en un fraile de verdad que pudiera rezar por la salvación de su madre, la malvada papisa.
¿Existió en realidad aquella papisa Juana o la inventaron los enemigos de la Iglesia? Nadie puede afrimar lo primero o negar lo segundo, porque ningún estudioso del tema ha podido hacer acopio de suficientes elementos dignos de crédito para emitir un juicio claro y definitivo. Y, por lo general, los autores protestantes han rehusado tratar el tema, para evitar que los acusen de chismosos.
Y mucho menos ha logrado penetrar algún investigador en los archivos del Vaticano, que podrían sacarlos de numerosas dudas.

¿SON DIGNAS DE FE LAS REFERENCIAS CONOCIDAS?

(La verificación del sexo de quien ha sido designado Papa de la cristiandad es una ceremonia que nadie se molesta en comentar en nuestros días, por considerarla absurda, pero debió ser creída con los ojos cerrados en otros tiempos, como demuestran grabados del Siglo XVII. Todo transcurre en él dentro de la más perfecta naturalidad y decencia)
Sin embargo, resulta curioso observar que hayan sido precisamente los cronistas católicos del pasado los que defendieron con mayor empeño la tesis de la papisa Juana. El fraile dominico Martín de Polonia y otros más mencionarían, en el siglo XIII, a cierta papisa Juana, después de que el Vaticano prohibió terminantemente aludir a tan nefasto personaje.
Descubrieron un catálogo del siglo anterior, en el que se mencionaba a una Papissa Johanna non numeratur. Es decir, que en el catálogo se reconocía la existencia de la papisa, pero se le negaba el orden que debío corresponderle dentro de la relación de papas reconocidos por la Iglesia.
Además de esto, el Liber pontificalis del siglo XIV citaba también a un Papa que debió vivir cinco siglos antes. Añádase la circunstancia de que en el siglo XII vivió un Papa que debió llamarse Juan XX, según la cronología oficial, pero que se hizo llamar Juan XXI porque quiso aceptar la existencia de la papisa negada y hacer retroactiva la numeración.
En la actualidad nadie puede afirmar si la leyenda de la papisa Juana sea una realidad o si se trata de un infundio malintencionado. No existen pruebas irrefutables de su existencia ni del año en que, supuestamente, rigió los destinos de la cristiandad, puesto que en la cronología de los papas se dice muy claramente, que a León IV, muerto en 855, le sucedió en aquel mismo año Benedicto III.
¿Alguien falseó esta cronología, como tantas veces ha sucedido en la historia en aprovecho de ocultos intereses? ¿Existe algo de verdad en la costumbre establecida de comprobar los cardenales el sexo de cada nuevo papa, para que no vuelva a introducirse una mujer en le Vaticano? ¿Es por culpa de la pasisa Juana que se prohíbe la entrada a las damas en ciertas salas de la morada del papa?